Muero… Poco a poco… Mi carne se evapora como el
rocío en la alborada. Me esfumo en la distancia cual fantasma que halla paz.
Muero… Poco a poco… Junto a la luna devorado por la
sombra de la Tierra cada mes y me retiro de la playa como ola cuando baja la
marea.
Muero… Poco a poco… Unido al sol, cuando se pone en
el horizonte lejano. Se van la luz, el calor y los colores con la promesa del
mañana. Esperanza mágica de otro día disuelta en las aguas del río.
Muero… Poco a poco… En el susurro de la arboleda
con el viento que espera y si sopla, soy onda de mies que se balancea madura.
Muero… Poco a poco… Cuando se empaña el espejo al
afeitarme, e igual sigo como un burro que gira y gira, uncido al molino de
trigo. Y escucho mi risa de niño que, antes de tener barba, se lava las manos.
Muero… Poco a poco… Con cada amigo que se va, pero
lo busco en mi memoria o en la de otros y, ya somos tantos que, en mi sinrazón formamos
el equipo del sudario blanco, en la cancha del purgatorio. Hoy anota un santo y
mañana Satanás.
Muero… Poco a poco… Porque nos multiplicamos sin
concierto ni control. Sumamos bocas y lujos que estrujan al planeta como a una
fruta en busca de sus últimas gotas. Dementes olvidamos que ella cambia y sigue,
con o sin el hombre.
Muero… Poco a poco… Durante cada atasco del tránsito,
mientras intento avanzar entre la multitud y en las prolijas hileras pacientes
ante los cajeros, humanos o automáticos. También en las de los restaurantes,
las de los ascensores y a las que me obliga cualquier trámite público o
privado. Horas, minutos y segundos de vida que se suman como desperdicios, por
el solo hecho de vivir amontonados.
Muero… Poco a poco… Si ya me he ido, en tu memoria
y soledad. No por partir antes te habré querido menos, y mis ansias te buscan
más allá.
Muero… Poco a poco… Para que mi alma sepa. La
imaginación se ha hecho locura, y la escritura me ha dado claridad. Con una
recorro el universo y con la otra lo muestro. Sin embargo, la respuesta es tan
enorme que no cabe de este lado de la vida.
Me anclo al recuerdo de tu amor y miro por las
noches aquel lucero que vio nuestra pasión. Somos como esos volcanes submarinos
que por fuera parecen ya de piedra, pero por dentro sigue, secreta, la riada de
lava ardiente.
Son más los años que llevamos juntos que, antes de conocernos, separados. Y las paredes que nos
cobijan están formadas por ladrillos de afecto, de lágrimas y de risas. Son tan
gruesas que ellos nos sobran, y con dicha, los regalamos.
Muero…Poco a
poco… Y está bien… Soy humano y soy feliz. Por eso estoy aquí, inmerso en el
ciclo natural de las generaciones.
Muero… Poco a poco… Y está bien… Al llegar los
gorriones que desayunan lombrices en el césped y los colibríes que visitan:
esta sí, esta no, las flores del jardín.
Muero… Poco a poco… Y está bien… Cuanto más poco, mejor,
pues si mi alma aún no sabe, deberá volver y preguntarle a otro de qué se reía
la carcasa de mi cuerpo cuando la dejó.
Carlos Caro
Paraná, 24 de marzo de 2016
Descargar PDF: http://cort.as/dXOj
Casi un poema, Carlos. Dan ganas de cantar esta misiva, que empieza con tristeza y cierta desesperanza para acabar remontando el vuelo y llenar las líneas de sosiego e ilusión. Todo un viaje, amigo.
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